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08 January 2014

La "Marca España" no es el problema

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El fiasco de SACYR en el Canal de Panamá ha puesto en entredicho la ya de por sí entredicha “marca España”. Los analistas que temen el impacto que la incapacidad de Sacyr de seguir con las obras del canal çal precio contratado pone de relieve “la manera de hacer las cosas en España”: cuando una empresa constructora se presenta a un concurso de obra pública, presenta un presupuesto a un precio ridículo con el objetivo de conseguir la licitación. Si gana el concurso y recibe el encargo de construir la infraestructura, entonces gasta todo lo que puede a sabiendas de que los políticos aceptarán el sobrecoste. Eso ha pasado en España durante años con la construcción de ferrocarriles, AVEs, aeropuertos, puentes, túneles, polideportivos, piscinas municipales, carreteras, salas de exposiciones, EXPOs, Fórums, palacios de las artes, salas multiusos, hospitales o anillos olímpicos.

De hecho, es sabido que las grandes constructoras tienden a separar el departamento que consigue las obras del departamento que las ejecuta. El que las consigue tiene como misión obtener el máximo de proyectos (y para ello tiene que prometer unos precios irrisoriamente bajos) y el departamento que los ejecuta tiene como objetivo maximizar beneficios (y para ello tiene que acabar cobrando unos precios lo más alto posible). La diferencia entre el precio de oferta y el precio final es la típica desviación.

Para justificar esa desviación y mantenerla dentro de la legalidad, las mismas empresas tienen un tercer gran departamento, el jurídico, donde un ejército de abogados tortura las leyes para poder apuntarse al máximo de desviaciones posibles. El resultado es conocido por todos los españoles: el 90% de las obras públicas acaban teniendo sobrecostes importantes.

Todo esto ha pasado en España durante décadas. La novedad del fiasco de SACYR es que esta vez ha pasado en un escaparate internacional: el canal de Panamá. Y ahora todo el mundo puede ver con transparencia cómo han ido funcionando las cosas en España. De ahí que hayan salido analistas en todos los medios preocupados por la mala reputación que esto da al país y el impacto que este episodio pueda tener en la ya maltrecha “Marca España”.

El problema de estos analistas es que, aun siendo cierto que las constructoras españolas se han forrado a base de extraer “sobre costos” de los bolsillos de los contribuyentes, es injusto decir que esa sea una práctica específicamente española típica de la era de la burbuja. La realidad es que eso del "sobrecoste" es una práctica universal. Un interesante estudio de la Universidad de Oxford (Flyvbjerg (2009))(*) analiza los sobrecostes de proyectos de construcción en 20 países, de 5 continentes durante los últimos 70 años y para todo tipo de infraestructuras. Las conclusiones de ese estudio son las siguientes:

Primero, el 90% de los proyectos de infraestructuras sufren sobrecostes en TODOS los païses analizados. Repito, en todos los paÍses analizados. Como ejemplos que os sonarán ecordad por ejemplo los escándalos de sobrecostes que tuvieron las infraestructuras olímpicas de Londres 2012 -de un presupuesto de 4.300 millones de libras, se acabaron pagando 16.600 millones. Porcentages similares tuvieron los juegos de Salt Lake City, Vancouver, Atenas o Montreal -proporcionalmente, Montreal 1976 es el caso más obsceno ya que acabaron costando 12 VECES MÁS de lo presupuestado y la deuda de 1976 se acabó de pager en 2006. De hecho, el mismo día que publico este post, nos llega la noticia desde Alemania que las obras del teatro de la ópera allí también van a sufrir un enorme sobrecoste. En todas partes cuecen este tipo de habas.

Segundo, el sobrecoste medio es de 44,7% para las obras de ferrocarril, del 33,8% para puentes y túneles y del 29,9% para las carreteras.

Tercero, el tamaño del sobrecoste se ha mantenido más o menos constante en los últimos setenta años. Repito, setenta años.

Cuarto, los errores de presupuesto no sólo se cometen a la hora de estimar los costes (que se infra-estiman) sino a la hora de estimar clientes, pasajeros, conductores (que se sobre-estiman). Es decir, las propuestas tienden a presentar un escenario excesivamente positivo en todos los aspectos posibles.

Quinto, hay tres tipos de factores que explicación los errores: los errores técnicos involuntarios (por ejemplo, la geología es más complicada de lo que se esperaba), los errores psicológicos (los ingenieros pueden tener una imagen excesivamente generosa de sus propias capacidades de hacer las cosas a costes reducidos: esta es la teoría que propone el premio Nobel Daniel Kahneman) y los errores maliciosos hechos ex professo para conseguir la licitación a sabiendas de que no se podrá cumplir.

Sexto, el error más común es el malicioso.

La pregunta importante es: si los políticos que contratan a las constructoras saben cómo funcionan esas empresas y saben, por tanto, que la propuesta que se hace no es creíble y acabará comportante enormes sobrecostes, ¿por qué lo aceptan? La explicación es simple: ¡porqué les interesa! A los políticos ya les va bien eso de adjudicar obra pública a un costo menor del real porqué, primero, el concurso y proceso de adjudicación tiende a hacerse bajo la atenta observación de los medios, las empresas y los contribuyentes. Para quedar bien ante los votantes, seleccionan los proyectos que presupuestan los menores costes para el contribuyente. Segundo, cuando el coste acaba siendo más alto de lo presupuestado, ellos le echan las culpas a la empresa pero deciden pagar el sobre coste con la excusa "de que dejarlo a medias todavía sería más caro". Tercero, el dinero del sobrecoste no sale de sus bolsillos sino del de los contribuyentes. Y ya se sabe que cuando uno va al restaurante y paga de su bolsillo, pide pollo, si pagamos entre todos, pide filete y si paga un tercero, pide langosta, puros y copas. Finalmente, los políticos corruptos saben que el proceso "pelearse y acabar aceptando" pagar los sobrecostes es mucho menos transparente y conlleva mucha menos publicidad que el proceso del concurso de licitación inicial. Por lo tanto, es mucho más fácil robar o desviar dinero para financiar partidos políticos. A través de los sobrecostes, pues, las empresas constructoras y políticos se coaligan para vaciar el bolsillo de los contribuyentes.

Resumiendo, es verdad que la práctica de hacer ofertas de construcción de infraestructuras públicas a un precio demasiado bajo y aumentar el precio final con sobreprecios es una práctica habitual en España. Pero que nadie se lleve a engaño: esa práctica es también habitual en todos los países del mundo y lo ha sido siempre.

El fiasco de SACYR no representa ninguna mancha adicional en la para la reputación internacional de España. Porque no es un problema de España. Es un problema del sistema político. Mientras haya gente que pueda malgastar cantidades ingentes de dinero del contribuyente sin sufrir ningún tipo de consecuencia (sin ser “accountable”), nuestros queridos líderes lo seguirán haciendo. El problema no es la marca España. El problema es la marca “sector público”.

 

 

 

(*) Flyvbjerg, Bent (2009), “Survival of the unfittest: why the worst infrastructure gets built—and what we can do about it”. Oxford Review of Economic Policy, Volume 25, Number 3, 2009, pp.344–367

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Starting January 30, 2012, I decided to put the random (economic) thoughts that I was posting on Facebook, in a blog. In this site you will be able to read all Facebook notes going back to 2008, (without my Friend’s comments, unfortunately), but we will only maintain the new thoughts. If you want to check out the old comments, they are still posted on Facebook. If you want to comment on them, you have two options (1) Become a Facebook Subscriber. Since all the posts will also appear in Facebook, you will be able to comment there. (2) Comment on Twitter, as each post will also be announced in Twitter.

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