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21 September 1998
El coste real de la crisis Asiática
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Diario Expansión
  
 

Tags: International


Diario Expansión, 21 de Septembre 1998

 

Durante los años 50 y 60, la mayor parte de los países del mundo adoptaron políticas proteccionistas contra la "explotación del imperialismo capitalista". Brasil, India, Egipto, la mayor parte de países africanos. Se hablaba de "neocolonialismo mercantil", de "modelos norte-sur" o "centro-periferia" y de teorías de "intercambio desigual" según los cuales, la única manera que tenía el capitalismo de sobrevivir era a base de explotar a los países pobres. Los americanos se llevaban valiosas materias primas a cambio de inútiles botellas de la Cocacola. La única alternativa que les quedaba a pobres países en desarrollo era aislarse y protegerse de tales intercambios desiguales y ceder las riendas de la economía a unos gobiernos dirigistas que planificaban el futuro de la economía para alcanzar la felicidad de todos los ciudadanos. Por alguna razón desconocida, en el tercer mundo el colonialismo soviético y la propaganda autarquista siempre se vendió bastante mejor que el capitalismo occidental.

Algunos países asiáticos (Singapur, Hong Kong, Taiwan, Corea del Sur, Indonesia, Tailandia y Malasia) hicieron todo lo contrario y llevaron a cabo políticas de mercado libre basadas en el comercio internacional a gran escala. Fomentaron la inversión extranjera y de las multinacionales europeas, norteamericanas y japonesas. El objetivo no solamente era la financiación de las inversiones con capital extranjero sino la adopción del conocimiento y las tecnologías que estas multinacionales poseían. Poco a poco, estas economías iban subiendo la "escalera de la calidad" y aprendían a producir bienes cada vez más sofisticados: empezaban por textiles, seguían con la producción de transistores y relojes, seguían con televisores, ordenadores, coches hasta llegar a producir ingeniería genética. La intervención del estado era distinta en distintos países, pero la economía se estructuraba alrededor del mercado y de la libre empresa. Mientras tanto, en la India y en Ghana aparecían pintadas en contra de la IBM o la General Motors (Bill Gates estaba aún en jardín de infancia). La batalla intelectual estaba servida.

Treinta años más tarde el veredicto estaba claro: el éxito del modelo capitalista era clamoroso. En 1965, año en que 300.000 personas murieron en manifestaciones contra el golpe militar de Suharto, la renta per capita de Indonesia era parecida a la de Nigeria. Malasia estuvo en guerra civil y en estado de sitio entre 1948 y 1960. Taiwan y Corea del Sur estuvieron involucradas en guerras durante los años cincuenta y sesenta. A pesar de la situación desastrosa en la que se encontraban estos paises hace treinta años, el éxito económico ha sido inapelable. La renta per capita de Indonesia es en la actualidad 6 veces superior a la de Nigeria mientras que la de Singapur o Corea del Sur supera a la de muchos países europeos. La riqueza generada por las economías que habían adoptado sistemas de mercado dejaba pequeños los logros conseguidos por los países socialistas (logros que se reducían a la consecución de medallas de oro en las olimpiadas y poco más). Ante esta evidencia, el pensamiento socialista entró en crisis. Cuando uno ve que países similares al suyo crecen a ritmos de 8 por ciento anuales, salen de la miseria y alcanzan rentas per capita comparables a las europeas mientras su propio país sigue sumergido en la miseria, se hace difícil mantener una posición anticapitalista. Incluso los más fanáticos tuvieron que admitir que el mercado era una institución superior al dirigismo burocrático a la hora de generar riqueza y bienestar.

Pero llegó la crisis financiera de 1997. En Julio de ese año, Tailandia devaluó la moneda y comenzó una crisis financiera que se contagió a casi todo el mundo. Además de un sinfín de implicaciones económicas que aún no se han acabado, la crisis ha tenido como consecuencia la resurrección del pensamiento dirigista. Vuelven a oírse voces en contra del imperialismo capitalista (esta vez el objetivo no son las multinacionales sino los bancos y los especuladores, el más maligno de los cuales es, naturalmente, Georges Soros) y en favor de la limitación de mercados y de los controles de capitales. El gobierno de Malasia ya ha impuesto restricciones a la libre circulación de capitales, ante la aprobación de economistas del prestigio de Paul Krugman. El nuevo gobierno ruso vuelve a hablar de planificación y de la limitación de la libertad de empresa.

Antes de resucitar el pensamiento anticapitalista, sin embargo, es importante recordar dos cosas. Primero, aunque Indonesia caiga un 15 por ciento este año (la predicción es mucho más optimista para las demás países asiáticos), su renta per capita todavía será muy superior a la de Nigeria o la India. Lo mismo es cierto para las demás economías asiáticas. Dicho de otro modo, la crisis financiera que han sufrido estos países, a pesar de ser una crisis importante, es pequeña en comparación con el espectacular éxito que la precedió.

El segundo aspecto que vale la pena recordar es que la crisis financiera del 1997 no fue causada por un exceso de libertad de empresa sino por malas políticas de los gobiernos de Tailandia, Malasia y, sobre todo, Indonesia. Una de las características de estas economías es que, de una u otra manera, el gobierno había garantizado las inversiones de los bancos locales. Es decir, un banco podía pedir prestado en el extranjero y realizar una inversión extraordinariamente arriesgada: "si sale bien", pensaba el banquero, "me lo quedo yo y si no, paga el gobierno". No hace falta decir que esta política de garantía de las inversiones llevó a los bancos a tomar demasiados riesgos, a menudo en proyectos corruptos y incestuosos liderados por sobrinos de ministros. Cuando muchos de estos proyectos descabellados salieron mal (y tarde o temprano tenían que salir mal, dada la irracionalidad económica de la mayoría de ellos), el gobierno se vio sin los recursos necesarios para financiar las pérdidas y comenzó la crisis. Si el gobierno no se hubiera metido en el negocio de asegurar las inversiones bancarias y hubiera tenido una política financiera parecida a la que existen en países más avanzados (ni Alan Greenspan ni el Profesor Rojo hubieran dejado nunca que los bancos se endeudaran tanto e invirtieran en proyectos tan arriesgados, y mucho menos hubieran subsidiado las pérdidas de los bancos) la crisis no se habría producido. Por lo tanto, lo que hay que hacer es reformar el sistema financiero (e imponer una supervisión pública parecida a la que tienen los bancos de países occidentales), elimininar el nepotismo y la corrupción en lugar de introducir barreras a la libertad de empresa y a la libre circulación de mercancías, capitales y tecnología.

El crecimiento económico a largo plazo solamente se puede alcanzar con economías de mercado saneadas y abiertas al capital, el conocimiento y la tecnología extranjeros. La resurrección del pensamiento socialista-proteccionista y el daño que esta ideología volvería a causar a millones de ciudadanos de África, Latinoamérica y Asia puede ser el mayor coste de la crisis que estamos viviendo.

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