El presidente del gobierno español, don Mariano Rajoy, hizo ayer unas declaraciones sobre la importancia de ser “grande” si uno quiere tener influencia en Europa: "para estar en Europa con fuerza se necesita ser grandes. Los pequeños no cuentan nada".
El portavoz parlamentario del PSC, Maurici Lucena, se ha alineado con el líder del PP y ha afirmado que las grandes decisiones en Europa las toman los países grandes.
Este tipo de declaraciones sorprende por dos razones. La primera tiene que ver con el momento en que aparecen: el presidente del gobierno de España dice que es bueno ser un estado grande (como España, se supone) exactamente la semana en la que España ha sido obligada a pasar hasta 30 nuevas leyes que reformen su economía. Mucho poder de influencia, pues, no parece tener España!
La segunda es que Europa se ha caracterizado por dar un poder desproporcionado a los estados pequeños. Incluso se llega al extremo del poder de veto: en decisiones importantes en Europa se requiere la unanimidad. Eso quiere decir que estados de menos de medio millón de habitantes pueden impedir a través de su veto a los otros 500 millones de ciudadanos tomar ese tipo de decisiones.
No sé exactamente cómo se mide la influencia de las decisiones. Una manera podría ser el número de representantes en los diferentes estamentos europeos. Por ejemplo, España tiene 47,27 millones de habitantes lo que representa el 9% de la población total europea. Pues bien ese 9% de la población solamente tiene el 3,7% de los miembros del Consejo Europeo (1 de 27), el 6,8% de los parlamentarios (50 de 736), el 7,83% de los votos del consejo (27 de 345), el 3,7% de los comisarios europeos (1 de 27) el 4,3% de los miembros del “Governing Council” del Banco Central Europeo (1 de 23) y el 0% de los miembros de su Consejo Ejecutivo del BCE (0 de 6). Es decir, en todos esos estamentos España está infrarepresentada (menos representates que la proporción de la población).
Comparemos esas cifras con Finlandia (no lo hago con la Luxemburgo de Viviane Reding o el Portugal del presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso para no hacer reír a los lectores). Tiene 5,3 millones de habitantes, es decir, el 1% de la población europea. Ese 1% de la población tiene el 3,7% de los miembros del Consejo Europeo (1 de 27), el 1,77% del parlamento, el 2.03% de los votos del consejo, el 3,7% de los comisarios de la comisión, el 4,35% de los miembros del ECB y el 0% (igual que España) de los miembros del Consejo Ejecutivo.
Es decir, España tiene 8,92 veces más población que Finlandia y tiene los mismos representantes en el Consejo Europeo, comisarios de la comisión Europea, y el BCE (tanto en el governing council como en el consejo ejecutivo) y solamente 3,85 veces más votos en el parlamento europeo o el consejo. Da la impresión de que ser grande no acaba de beneficiar a España en el sentido de que tiene menos inflencia de la que su tamaño podría dar a pensar.
Se podría argumentar que España tiene una vicepresidencia de la comisión (el comisario de la competencia, don Joaquin Almunia). Pero es que Finlandia también tiene una vicepresidencia, una vicepresidencia que muchos dirán que es mucho más importante, la de asuntos económicos, monetarios y del euro, en el todopoderoso finlandés Ollin Rehn.
Estaría bien que Rajoy y Lucena nos explicaran exactamente cómo miden eso de que los países grandes tienen más influencia que los pequeños o de que “los países pequeños no cuentan nada”. Mirando los datos, uno no puede llegar a esa conclusión.