He re-escrito el articulo Crisis (3) que ya discutisteis en este foro. Como los cambios son MUCHOS (y la mayoria son en respuesta a vuestros comentarios... por ejemplo, entre otras cosas, he cambiado el "tono" que algunos considerabais agressivo [eh, Jordi Graupera?]), he decidido postearlo de nuevo. El numero de caracteres ahora es mas o menos correcto. El articulo sera enviado a La Vanguardia el dia 14 para su publicacion el dia 17.
Saludos y gracias a todos por la gran cantidad de comentarios a la anterior version.
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Parece que se ven luces al final del túnel de la crisis. Lamentablemente, se trata de los faros de un camión que viene de cara. Un camión conducido por Sarkozy y todo un grupo de políticos neo-intervencionistas que aprovechan la ocasión para, dicen, “refundar” el capitalismo.
Dejando de lado el hecho de que el capitalismo ni lo fundan ni lo refundan los políticos sino los millones de ciudadanos que tomamos decisiones libres diariamente (ésa es la gran diferencia con aquellos sistemas económicos fracasados que fueron creados desde el estado), los neo-intervencionistas operan bajo dos premisas: La primera es que la crisis financiera ha sido causada por la falta de regulación. En el artículo Crisis (1): Qué ha pasado (LV 13 de Octubre), expliqué que las causas deben ser buscadas en la política monetaria de bajos tipos de interés llevada a cabo por Greenspan en el 2001, en la intromisión del congreso norteamericano que indujo a entidades semi-públicas como Freddie Mac y Fannie Mae (FM y FM) a conceder o asegurar créditos a familias subprime y a una regulación financiera , basada en la convención de Basilea, que permitía a los bancos crear entidades paralelas, los “conduits”, con balances separados (cosa que permitió a los bancos multiplicar los créditos concedidos de manera ilimitada) y que obligaba a los bancos a sacarse los créditos de encima cuando el valor de sus garantías caía en picado, cosa que provocó la espiral negativa de ventas y caídas en bolsa. La crisis, pues, no fue causada por falta de regulación. La regulación existe pero, no sólo no ha evitado la crisis sino que ha contribuido a generarla y agravarla.
La pregunta clave es: ¿por qué se introdujo semejante regulación? La respuesta es que los políticos que escriben las reglas son incapaces de prever por dónde vienen los fallos. Es muy fácil criticar al entrenador el lunes por la mañana. Y es muy fácil ahora reescribir las normas de Basilea, obligar a que las contabilidades de los bancos y los “conduits” se hagan de manera conjunta, forzar a que la valoración de capital no se haga a valor de mercado para no obligar a vender cuando la cotización baja. El problema es que todo eso será demasiado tarde para solucionar la crisis del presente… y no resolverá las del futuro. Porque las próximas crisis ni van estar causadas por familias subprime, ni van a tener que ver con “conduits” o “credit default swaps”. ¿Por dónde van a venir? No lo sé. Nadie lo sabe. ¡Ése es el problema!
La segunda premisa sobre la que se basan los neo-intervencionistas es que se puede evaluar la bondad de un sistema económico simplemente analizando las crisis e ignorando sus aspectos más positivos. El sistema financiero que ha desembocado en la presente situación también es responsable del crecimiento económico mundial más espectacular de la historia: desde Estados Unidos hasta China e India, pasando por América Latina e incluso África han vivido un progreso económico sin precedentes que ha permitido que cientos de millones de ciudadanos dejaran de ser pobres. Un éxito sin parangón en la historia de la humanidad.
Si los neo-reguladores no tienen en cuenta todo esto, corremos el riesgo de que refunden el capitalismo para evitar futuras crisis y que, en el proceso, se carguen la posibilidad de generar el progreso que el mismo sistema conlleva. Un ejemplo. La razón principal que explica el fuerte crecimiento de los últimos años es la innovación llevada a cabo por miles de pequeños emprendedores cuyas ideas debían parecer locuras antes de hacerse realidad: Microsoft, Intel, Google, Starbucks, docenas de empresas de telefonía móvil. Las ideas de esos emprendedoras eran tan “locas” que ningún banco tradicional las hubiera querido o podido financiar. Gracias a Dios, además de bancos tradicionales el sistema financiero había creado instrumentos que permitían financiar empresas de alto riesgo, y eso fue lo que posibilitó el progreso tecnológico.
Un micro-cosmos que refleja las ventajas e inconvenientes de la regulación lo tenemos en España, cuyo sistema financiero ha sido ampliamente alabado gracias a la rigidez impuesta por el Banco de España. Los reguladores impidieron a los bancos españoles comprar activos tóxicos, cosa que evitó el contagio procedente de Estados Unidos. Sin embargo, los reguladores no previeron que la crisis en España llegaría por otro lado y permitieron que los bancos se expusieran demasiado al sector inmobiliario, llegando a atarse de pies y manos a promociones inmobiliarias creadas en ciudades fantasma. Es más, la extrema prudencia impuesta al sistema financiero hizo que la tasa de innovación en España fuera preocupantemente baja al no poder asumir los riesgos necesarios para financiar nuevas y arriesgadas tecnologías. Dicho de otro modo: si Sergei Brinn y Larry Page hubieran sido españoles, Google nunca hubiera sido una realidad porque ningún banco español hubiera financiado una idea tan arriesgada. España ha podido disfrutar de progreso tecnológico única y exclusivamente porque ese progreso tuvo lugar en el extranjero. Si no fuera por ello, España se encontraría anclada en el año 1970. Y si todo el mundo tuviera el sistema financiero español, quizá hubiéramos evitado la crisis de las subprime, pero el mundo entero estaría anclado en el 1970.
La crisis financiera será pasajera, pero sus secuelas pueden ser catastróficas y permanentes si dejamos que la batalla intelectual sea ganada por los políticos que conducen ese camión que nos viene de cara y que aprovecharán esta ocasión para imponernos sus fobias antiliberales y su peligroso neo-intervencionismo.