Ya vuelve a empezar un nuevo año y todo el mundo espera que los economistas hagamos las predicciones económicas anuales para los próximos doce meses. Para no quedar como un ignorante y dada mi manifiesta incapacidad de hacer, dedicaré la columna de hoy a explicar cómo veo la situación actual (repito: actual, que no futura) de nuestra economía. Para empezar, decir que la renta global del planeta tierra habrá crecido alrededor del 5% en 2010: ¡no está nada mal para ser el 2010 el año del “crash mundial” que tenía que acabar con el sistema económico imperante!

La mitad del crecimiento se explica por la situación de los países emergentes, tanto los asiáticos (China, India, o Indonesia), como los latinoamericanos (liderados por Brasil, Colombia o Chile) están creciendo a ritmos milagrosos.  Incluso África sigue su curso de mejora del bienestar y reducción de pobreza que empezó en 1995. Por lo tanto, los países menos desarrollados van muy bien. De hecho, el gran problema al que se enfrentan tiene que ver con su notable éxito: el capital de todo el mundo quieren invertir en estos países cosa que aprecia la moneda local y, en consecuencia, encarece sus exportaciones. Si los gobiernos evitan entrar en guerras comerciales proteccionistas para solucionar el problema, es posible que el mundo emergente siga su impresionante ritmo de crecimiento durante bastante tiempo.

En Estados Unidos también está llegando la oleada de optimismo. La posibilidad de recaída parece cada vez más remota, la economía está creciendo (todavía no se crea empleo, pero eso es normal al principio de una recuperación económica) y ya nadie se acuerda del riesgo de deflación que los augures temían hace sólo unos meses. El principal problema al que se enfrentan los norteamericanos es el del gigantesco déficit fiscal. En este sentido, es de esperar que la llegada de los republicanos al congreso ponga límites al desenfreno del presidente Obama, pero habrá que seguir con atención la batalla política estadounidense.

Europa en su conjunto también parece que también está saliendo del pozo, estirada por una Alemania altamente productiva y unos países nórdicos que hicieron sus reformas de competitividad hace ya muchos años. El problema de Europa y, de hecho, el problema del mundo, se concentra en unos pocos países indisciplinados de la periferia y que, lamentablemente, todos conocemos muy bien: Grecia, Irlanda, Portugal y España. Los déficits fiscales de todos estos países les impide disfrutar de la recuperación económica mundial. En España, a ese problema se suma el hecho de que algunos bancos y cajas estén al borde de la insolvencia debido al multimillonario impago de los créditos concedidos a constructoras, promotoras e hipotecas durante los años de borrachera inmobiliaria. También está, por supuesto, el problema de la falta de competitividad resultado de creer que no se tenían que hacer los deberes cuando las cosas iban bien.

Lo que me lleva a una Catalunya que empieza el año con una renovada ilusión. El President Artur Mas ha hecho público su nuevo gabinete y la verdad es que ilusiona. Ilusiona que haya menos cargos. Ilusiona que haya conselleries cuyo nombre contenga la palabra “empresa”. E ilusiona que las riendas de la economía estén en manos de Andreu Mas-Colell.  Además de ser una de las personas más inteligentes, sinceras y cordiales del mundo, Andreu tiene tres características que creo que van a ser de mucho valor en la situación actual. Primero, Andreu tiene una grandísima amplitud de miras: es imposible llegar a la cima si uno no mira hacia arriba. Y demasiado a menudo nuestros líderes se han caracterizado por pensar en pequeño, en local, en superficial. Andreu, que ha sido catedrático de economía en la mejor universidad del mundo durante 25 años, piensa en grande, en universal, en profundo.

Segundo, debido a que Catalunya no puede ejercer su propia política monetaria y a que su política fiscal está severamente limitada, Catalunya no saldrá de la crisis y no se convertirá en una potencia económica con políticas macroeconómicas. La solución a nuestros problemas pasa por entender cómo se alteran los incentivos de empresarios, innovadores, creadores, trabajadores, banqueros, consumidores, educadores, investigadores y gobernantes, y establecer las políticas que les lleven a todos a producir más y mejor. Es decir, la solución no es macroeconómica sino microeconómica. En este sentido, estamos en buenas manos porque Andreu no sólo es el mejor microconomista del mundo sino que es el autor del libro de microeconomía más vendido de todos los tiempos.

Y finalmente, el limitado margen de maniobra que tiene el conseller de economía va a requerir de políticas altamente imaginativas que sean capaces de quitarse la doble camisa de fuerza que imponen la crisis y la deteriorada situación de España. De nuevo, las buenas noticias son que Andreu es una de las personas más creativas del mundo. Y no lo digo (sólo) por su dilatado currículum de publicaciones académicas sino por su brillantísima actuación al frente de la conselleria d’Universitats durante el último gobierno de Jordi Pujol, donde introdujo el ICREA, un programa que se saltó la normativa burocrática española para atraer a los mejores científicos a las universidades Catalanas. Un programa cuyo éxito queda demostrado en el hecho de que está siendo copiado en todas partes.

Resumiendo, no sé si el 2011 será un año bueno o malo. Lo que sí sé es que, a nivel global, las señales son buenas y que, a nivel local, Artur Mas ha dado en la diana al darle las riendas de nuestra economía a un gigante llamado Andreu Mas-Colell.